Esta claro que las piedras hablan memorias colectivas que
hoy están muertas, polvo en las tumbas vacías que nos
encontramos en desvencijados cementerios y olvidadas
iglesias, cuerpos que no tienen nombre pero cuyo rastro
sin duda permanece.
Y volviendo la vista atrás me parece escuchar el [i]toc
toc[/i] de los martillos del cantero, y si toco los fríos sillares
puedo notar la energía que sus manos dejaron prendida el
día que le dieron vida a las piedras, el día que grabaron su
presente para que fuera mi historia.
Y me cobijo bajo la sombra del [i] texo[/i] que ceremonioso
me recuerda que no está ahí por aires y libación, sino que
otras manos, predecesoras de las anteriores, lo plantaron
allí, esperando que germinara para una cultura que hoy
veneramos muchos y desconocemos otros tantos. Fusión
de dos mundos y muchos dioses, de otras costumbres y
tradiciones, imposición de religiones al fin y al cabo.
Sigue estando claro que las piedras hablan memorias
colectivas que hoy están muertas, pero; ¿qué historia
dejaremos los que hoy vivimos? Nuestro propósito no es
dejar constancia de las cosas, sino de nosotros mismos
como individuos, no como colectivo. El egoísmo de la
generación moderna que se adueña de nuestras
inquietudes día a día, desgraciadamente ya no existe el
NOS, sino que prevalece el MI.
Triste mundo verán los ojos de mis hijos, vergüenza y
llanto en piedra de aquellos que moran en tumbas repletas
de polvo. Soñar una utopía quizás mantiene viva la
esperanza en algo que parece perdido.
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