sábado, 13 de septiembre de 2008

•·.·´¯`·.·•Tiempo•·.·´¯`·.·•


Y yo te anhelo, Tiempo, y por eso te escribo, revolviéndome entre hojas de papel amarillento, por ti Tiempo, y te suplico que no las oscurezcas más, pues pienso usarlas (pero no para tí).
Llevas a mi lado toda mi existencia, te respiro a sorbos y te devoro a bocanadas de aire marchito, Tiempo, me persigues como sombra sin ser sombra, y te anclas a mi piel como un
parásito a su víctima.
Lo soy, víctima de tu muerte lenta, bailarina taciturna de tu compás que nunca se para y siempre avanza, hacia delante, infatigable compañero de los solsticios, de las hojas que nacen y terminan muriendo en un otoño perecedero que da paso a una nueva vida.
Martilleas en mi cabeza como la gota que rebota sobre la porcelana de un grifo mal cerrado, inquietante, esperas, te recreas en el paso de los segundos, tu dominio Tiempo, lo que marcas y desmarcas a tu gusto.
Eterno en el universo, estás condenado a ti mismo, a la perpetuidad de algo inmaterial que ve cómo todo a su alrededor cambia, pero que permanece intacto, imperturbable.
Y lloras, porque no descansas, ni lo harás, porque tu partida sigue en juego y no parará. Te dejo que me odies, Tiempo, porque no te podrás morir como lo haré yo un día.



[Deja de soplarme la nuca, me respigas, pero no me inquietas*]

No hay comentarios: