domingo, 14 de junio de 2009
Noelia V
Cuando la rutina y la monotonía te absorben sólo tienes dos opciones: dejarte fluir por un remolino que te hunde cada vez más en el epicentro de la tormenta o patalear y luchar por aferrarte a cualquier resquicio de oportunidad, de salvavidas.
Noelia lo sabe y por eso juega al límite. Le gusta tentar al destino y en el último momento darse la vuelta, guiñarle un ojo con picardía y tomar un camino contrario al que se prestaba a ser desempolvado con las huellas de sus pies.
Llegaron las navidades, la prisa, las buenas caras por complacer y recibir cumplidos colmados de falsedad (y pura diplomacia en otros casos), esa manía que tiene la gente de conceder ofrendas a la divinidad del quedar bien porque se acerca el fin del año. Pero este año Noelia, para variar, se escabulló de nuevo [y cuantos le envidiaron por ello, aunque le picaran las orejas por las habladurías]…
Rápida y sin pausa cogió una maleta pequeña y metió un poco de todo, bañador y bufanda, guantes y bermudas, chubasquero y chaqueta de lana; dinero, neceser y listo.
-El teléfono móvil en casa, para que no se resfríe- se dijo para sí.
-Taxi al aeropuerto, por favor-
-¿Hacia dónde se dirige?-
-Lejos pero cerca-
-Y, ¿qué destino es ese?-
-Lejos de la navidad, pero cerca del reencuentro con mi rutina-
-Hemos llegado, son 6.40 euros-
-Gracias, quédese el cambio-
-De nada, disfrute de su evasión-
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